On the road

Como Sal Paradise y Dean Moriarty en un buick de segunda mano pusimos rumbo a la génesis de todos los caminos. Nosotros éramos cuatro, pero eso da igual.

Carmelo, un mago aficionado a la destilación clandestina de orujo, esperaba, entre colosos de cristal y acero la hora de nuestra cita. Carmelo se sentía como un fotógrafo del national geographic que dentro de una jaula de titanio era sumergido en un mar de tiburones blancos. Los escualos pasaban cerca, incluso algunos se detenían a tan solo un par de palmos de los barrotes y mostraban sus afilados dientes a un entusiasmado Carmelo, que conseguía observar, desde su privilegiada posición, los restos ensangrentados del último escritor que habían devorado.

2 comentarios:

yo, la reina roja dijo...

Perfecto de cabo a rabo, compañero. Desde mi modesta/exhibicionista mirada.

Sergio Velasco dijo...

No se lo cuentes a Carmelo, je.